Quienes me conocen, me siguen o me leen, saben ya de mi fetiche con las miradas de mujer… una mirada puede transmitir un sin número de sentimientos, hasta cuando es observada en un solo fotograma, la mirada de una mujer desnuda su alma, fulmina a un enemigo, derrite a quien la encuentra cautiva…
Luego están las sonrisas, esas que transmiten paz en tiempos de guerra, las que te hacen olvidar tu realidad por segundos, las que te acarician las cicatrices del corazón, esas que vienen en distintos tamaños y sabores, algunas mudas, otras que explotan haciéndote saltar y de inmediato contagiándote con sus altos decibeles y aquellas que ripostan con una mirada y una arruga cómica en la nariz…
Si de una cosa estoy seguro, es que cuando ambas se fusionan por un instante, me transporto a ese rincón cursi escondido en lo más profundo de mi ser, me refugio en ese cajón abstracto y observo, disfruto, olvido y con la mirada perdida…sonrío…
Pasar un rato rodeado de esta mezcla preciosa, labios y pupilas nuevas con las que haces química inmediata, la gracia de observarlas como espectador y sucumbir en lágrimas de carcajadas con tal espectáculo, me inspiran a ver las cosas desde otra perspectiva, me ayudan a llenar mis vacíos, aumentan mi gran fetichismo entre sonrisas y miradas.
Galop./
21 de junio, 2015
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