Para muchos, no es noticia, que la navidad y yo no somos muy amiguitos…
Las razones van más allá del propósito de estas líneas, ya que independientemente de todo, el mes de diciembre tiene una magia contagiosa, poco común en el resto del año…
Cuando llega la época del gordo barrigón y los 3 vagos a camello, entramos en un trance extraño, mezcla de necesidad infundada de gastar en demasía, acompañada de la queja constante del alto costo de la vida, los juguetes, la comida y el whiskey cada vez más caro!...
Hacemos un análisis del año que pasó, los pocos frutos que dejó y los culpables de no poder haber facturado más para poder cumplir con nuestras necesidades.
Paseamos con la frente arrugada por las góndolas de las jugueterías, batallamos con el tránsto para llegar a las plazas comerciales que “no” queremos llegar y algunos viajamos al exterior para aprovechar “ofertas de temporada”…
La crisis es evidente, no nos alcanza el dinero para todo lo que quisiéramos, nuestros gustos se satisfacen con “sacrificio” y en enero nos esperan los relatos de lo duro que está la situación junto con esos sobres malditos que nos recuerdan que los plásticos se deslizan con delicadeza, pero se pagan con creces…
No me gusta la navidad es una frase común en mi, pero como los compromisos son muchos, un 26 de diciembre todavía faltan detallitos y aprovecho que ya ha pasado casi todo el caos para comprar un último juguete pasado de tiempo, en una juguetería camino de vuelta de un local lejísimo, donde por fin me llegaba una TV plana que había comprado para mi mujer en el exterior, quejándome claro, que no llegó a tiempo para navidad…
Pasillo por pasillo, me sigo quejando, llego a caja con el regalito, el veriphone no quiere nada, espero tranquilo, que año más difícil pienso y de repente, una vez más, el hippie hace de las suyas…
En la misma caja, detrás de mi, esperando su turno tranquila, una abuelita con su nieto, una viejita de esas que al verlas la imaginamos vendiendo vegetales en el mercado, con las huellas de vida en todo su cuerpo, en una mano, un carrito de no más de 200 pesos, en la otra, un monedero de 3x3 pulgadas y el susurro…mientras yo me negaba a pagar en efectivo, ella rebuscaba entre escasos billetes arrugados por el ahorro evidente, sacaba 2 de 100 y suspiraba, ya mi nietecito tiene su regalito, mientras el enanito acariciaba el carrito sin sacarlo de su caja, ni emitir un sonido…pasó la tarjeta.
Me fui…caminé hacia donde envuelven los regalos, sin tiempo definido, mire a mi alrededor, de qué color quiere el papel señor?, del que más te guste respondí mientras seguía observando a mi alrededor…un carrito para mi nieto.
No me gusta la navidad, digo yo…me trajo el Wii de la Discordia, la bicicleta de bebé, mis quejas de tardanza de un LCD último modelo y la preocupación de un horno dañado en una villa que alquilamos para asar la pierna de fin de año…que abuso!...
Escribo mis quejas mientras se agota la botella de vodka a mi lado, se termina de cocinar un boliche con morito de habichuelas negras y unas yuquitas fritas, escucho una emisora por internet, mis hijos gritan jugando detrás de mi, inhalo y exhalo el humo de un cigarillo y me pregunto: qué tan difícil es mi navidad???...
Me retracto!, Feliz Navidad!, que este Nuevo año venga colmado de bendiciones y oportunidades, que nos enseñe que la felicidad no está en nuestras cuentas de banco y que en el 2010, nuestra felicidad se resuma, en un carrito para mi nieto…
Galop./ 27/12/09