Tuesday, April 12, 2011

Un Pastel de Domingo

Era domingo, demasiado temprano para escuchar un movimiento tan activo en la cocina y mucho más cuando este era el día libre de la nana…

La mamá de la pequeña Sabrina se levantó desconcertada, media somnolienta todavía, con la finalidad de investigar las causas de tanto alboroto en un día diseñado para el descanso de todos; Sabrina!, -exclamó fuerte la madre- pero y este desorden?, explícame!...la pequeña Sabrina, con su peculiar sonrisa y con una mirada de complicidad hacia su hermanito de casi tres años contestó: “Estamos preparando un pastel!”, pero mija! –replicó su madre-, o sea!, para qué estas haciendo un pastel a esta hora?, además, tu no sabes hacer pasteles!, qué te picó???, la pequeña Sabrina no paraba de ojear un pedazo de papel y mientras sacaba más ingredientes de la despensa, empezó a explicar sus maravillosas intenciones, que una vez más, estaban a punto de despeinarnos a todos…

Es que, hoy es domingo y los domingos –recalcaba Sabrina- era una costumbre ir a comer donde los “abuelitos”, donde siempre había comida rica y Yeya nos hacía uno de sus deliciosos pasteles de postre!, entónces, ayer encontré esta vieja receta de uno de sus favoritos y pensé: “por qué no lo hacemos nosotros hoy y lo llevamos de postre a casa del abuelito?”…la madre de Sabrina intentó con todas sus fuerzas contener sus lágrimas, mientras los recuerdos azotaban su mente…

Yeya era una maestra de la cocina, pero su especialidad, eran los pasteles!, tanto así, que no era raro verla todo el tiempo trabajando tiempo completo preparando todo tipo de bizcochos por encargo, bodas, bautizos, aniversarios, cumpleaños, cualquier ocasión ameritaba un delicioso y bello pastel de los de Yeya!, adornados con hermosos bordes de entretejidos suspiros, peluches, novios o frases en su centro, colores inagotables de verde grama, azul cielo, rojo rosa y blancas nubes, una obra de arte en cada toque de dulzura, pero lo más impresionante, era su interior!...

Mermeladas de frutas, crema pastelera, afrodisíaco chocolate y el sabor indescriptible de una receta personal que solo se logra derramando sobre ella todo lo que Yeya representaba…amor y dedicación!, esos eran sus ingedientes secretos…

La mamá de Sabrina despertó de su trance cuando con voz angelical Sabrina le dijo: “Faltan ingredientes mami, podemos ir a comprarlos?”…secándose dos diminutas lágrimas de los ojos, la mamá de Sabrina tiernamente le respondió: “Claro que si cariño, ayuda a tu hermanito a cambiarse mientras yo me baño” y apúrense!, que se hace tarde, exclamó fuerte para confundir sus sentimientos con autoridad…alegres y de un solo brinco, corrieron Sabrina y Adriá hacia la habitación, “vamos Adriá!, ven con La Tata a cambiarte que vamos a pasear!”…

Recorrieron los pasillos de manera meticulosa, ojeaban aquel viejo pedazo de papel y corrían de un lado al otro. Al mismo tiempo, la mamá de Sabrina hacía las llamadas de lugar, incluyendo la más importante: “Aló?, abuelito, ponte ropa que vamos todos a comer a tu casa!”, no fué una conversación larga, pero el sentimiento de alegría en las pocas palabras del abuelo se sintieron como una gratificante brisa fresca en una calurosa tarde de verano…el domingo, acababa de empezar…

De vuelta en la cocina, Sabrina y su mamá trataban de seguir todos los pasos de la receta al pié de la letra, confundidas entre su inexperiencia y tratando de convencer a Adriá de no seguir empanizando las paredes de harina como empañete de construcción, intentaron replicar una de las obras maestras de Yeya, pero con resultados parecidos a pinceladas sacadas de un cuadro de Picasso…Quedó chueco! –dijo la mamá de Sabrina-, a mi me parece gracioso!, exclamó inocentemente Sabrina, mientras cargaba a su hermanito que reía con el pastel anamórfico; Bueno!, se hace tarde, vámonos ya!, expresó la mamá mientras cargaba con cierta desilusión el pastel de domingo.

Fué un almuerzo precioso, todos reían y conversaban, repetían los mismos cuentos de cada domingo y el abuelo contaba una y otra vez las mismas anécdotas que, aunque todos las conocían con lujo de detalles, les encantaba escuchar como parte de una tradición imposible de perder y fué entonces cuando sucedió…

Llegó la hora del postre!, -gritó Sabrina- y de manera emocionada colocó el “Picasso Pie” sobre la mesa, todos se quedaron mirando aquel extraño pastel y antes de que la risa los arropara como un chiste dominguero, la pequeña Sabrina habló…
Abuelito!, anoche encontré una vieja receta de este pastel que hacía Yeya y como siempre era ella quien nos endulzaba cada domingo, pensé, perdón, pensamos, –corrigió mientras miraba a su mamá y su hermanito-, que sería buena idea para hoy, que nosotros te trajeramos, aunque quedó un poquito torcido, un pastel para Yeya!...

Es difícil expresar lo que sucedió en ese comedor, el silencio pasó a ser el único sonido de aquella tarde de domingo, las sonrisas permanecían en los rostros, pero ahora acompañadas de ojos empañados, nadie se atrevía a emitir un sonido y de manera natural y con una destreza firme, el abuelo tomó un trozo de pastel y sin averiguar mucho le dió un cucharazo que engulló mientras cerrando los ojos, hacía una expresión peculiar, mezcla de sabores y recuerdos, sin una lágrima, solo un destello de felicidad en sus labios como luna en cuarto creciente…y ustedes no piensan comer pastel?, preguntó el abuelito dirigiéndose a todos…empezó el festín…nadie hablaba…

Está delicioso Sabrina –comentó el abuelito-, Si, pero no quedó como los de Yeya, quedó chueco y no precioso como los hacía ella –contestó Sabrina-, en ese momento y de la nada, se sintió una brisa fresca que entraba a la casa por todas las puertas y ventanas como si recorriera cada espacio, cada esquina, cada fotografía, acariciando el pelo y los rostros de los allí presentes, el abuelito miró a un cielo imaginario y con su inseparable sonrisa pícara le dijo a Sabrina: Es hermoso!, además, tiene los ingredientes secretos de tu abuelita, delicioso!!! Y en un gesto de complicidad y mirando a su alrededor le susurró al oído de la pequeña Sabrina, “Dice Yeya que es el mejor Pastel de Domingo que jamás haya probado!”…Sabrina sonrió orgullosa…

Para los que no estuvieron ahí, fué un domingo común, poco tránsito, mucho calor, cervecita de mediodía…para los que tuvieron la suerte de alguna vez compartir con Yeya, disfrutaron gracias a la pequeña Sabrina, de una extraña brisa refrescante, acompañada de un dulce aroma que terminaba saboreándose en el corazón, aún sin haber probado bocado alguno, de aquel Pastel de Domingo para Yeya…

Galop./
12 de abril, 2011
-In Memoriam-