Toda fábula que involucra una Princesa siempre empieza con el clásico: “Érase una vez” y este caso no es la excepción, la única diferencia en este cuento de hadas, magia, castillos, pantanos y mundos fantásticos, es que el sapo siempre he sido yo…
“Érase una vez”, no hace tanto tiempo atrás, soñaba con un futuro certero, planificado, disciplinado y extraordinario, pero claro, estamos hablando de mi y por eso era un sueño, porque aunque sabemos que podemos materializarlo, las cosas no pasan cuando quieres, si no cuando estás preparado para llegar a ellas.
No siempre llegamos, pensamos que si, pero no… en aquel momento, mis sueños cambiaron, se concretaron, me sorprendieron mientras dormitaba en un pantano imaginando castillos en el aire, en el medio de la nada, ahí, fue cuando la vi por primera vez…
No hablaba, no caminaba, creo que ni siquiera miraba todavía, sin embargo, mi recuerdo es aquel que la descubrió exprimiendo cada sorbo disfrazado de aroma en cada flor con la cual tropezaba, sus carcajadas inocentes hacían eco en cada rincón de aquel mágico bosque, la naturaleza le daba la bienvenida agradecida a esa nueva alma forastera que llegaba, no de visita, si no con residencia permanente y mientras tanto, mis ojos no encontraban oportunidad para parpadear, estaba hipnotizado…
Cuenta la leyenda, que las brujas hacían hechizos a las bellas princesas de la comarca ante los celos de su belleza inminente… la diferencia está, en que en este cuento, la magia la trajo ella…
Su belleza enmarcaba más que solo el plano físico, era la energía que emanaba la que llenó de colores “Los Prados” que habitó, recorrió y gobernó… cada espacio de tierra virgen o viciado que pisara renacía dejando frutos y huellas que todavía en estos tiempos modernos se siguen cosechando en cada hectárea que la Princesa ha visitado alrededor de este mundo de viles mortales, mientras yo, sin pestañar, seguía observando de cerca desde un pantano lejano…
Las historias de Princesas tienden a girar entre la realidad y la fantasía, nos llevan a admirarlas como víctimas que al final, gracias a un Príncipe Azul, adquieren su felicidad luego de haber sufrido el maleficio… la diferencia en este cuento, es que el sapo siempre he sido yo…
Vivía en un trance, un hechizo realizado al nacer, vivía preso de una temporada errónea, vivía mirando el mundo desde mi pantano, hasta aquel día hace ya 18 años cuando la vi por primera vez…
Me miró sin miedo, sin dudas, con una sonrisa me recogió de aquella lila en la cual orbitaba y con un beso sin explicaciones, entre su peculiar carcajada me dijo: “Hola Papá!”…
Esta vez la historia no fue parte de un sueño, mas bien, fue la alarma despertadora que me hizo entender, que todavía hoy, 18 años después, aquella Princesa despertó a quien debería ser su Rey, su guía, su mentor, el dueño de sus castillos en el aire, su temple, su fortaleza, el Príncipe que la lleve de su mano hacia esa fábula que ella soñó, sin saber, que en esta historia de 18 años, el sapo, siempre he sido yo…
Te Amo Sabrina, Gracias por sacarme del hechizo, gracias por ser mi Princesa Azul…
Feliz Cumpleaños!...
Papá./
4 de febrero, 2016